Una chica bien…bien bien histérica

Le pedí al Gordis que me acompañara a comprar ropa, ese día teníamos un cumpleaños de “no se quién” amigo de él y realmente no tenía que ponerme (si tenía, pasa que nada me gusta).

No compré nada. “¡¿Cómo que nada te gusta?! Vinimos hasta acá, algo te tenés que comprar.”

Cada vez que voy a comprar ropa pasó por un período de estados sentimentalmente tristes. Primero se me revoluciona la cuestión de la imagen (y el humor). Esta primera etapa es la que me imagino ante la situación de no decidir que ropa ponerme, mirándome al espejo de todos los ángulos posibles porque nada me queda bien, agregándome kilos (donde no los hay), creándome panza, ensanchándome las caderas, disminuyéndome el busto y entrando en un arrepentimiento que era de esperarse: el porqué de los chocolates y sus amigos los alfajores.

Lo que me pone peor es tener que ir a cambiar un regalo, me trae unas series de inseguridades importantes. Las mujeres con la ropa somos muy particulares, todavía no entiendo porqué.

“¡Esto me queda chico, Gordis! Además no me gusta como me queda, me hace gorda.¿Te das cuenta? Vos me ves gorda.”

“¡Es muy cortita esta pollera, Gordis! ¿Vos querés que salga a la calle así vestida? Soy una atorranta para vos, ¡mira se me ve todo!”

No soporto que me digan que me enojo de nada. “Quedate con la pollera, esto no da para más. Dásela a tu ex, seguro que le queda mejor”
(Encima rencorosa).

Hombres, no diréis:
• “Hoy estás linda” para no escuchar: “¿Hoy? Y los demás días, ¿qué?”
• “Esa remera te queda bien” para no escuchar: “¿Está?Y las demás, ¿qué?”
• “¿Es nuevo ese jean?” para no escuchar: “¿Ves que nunca me mirás?”